jueves, 29 de abril de 2010

Ser y deber ser.

Tomemos como ejemplo una descripción detallada y correcta de un crimen abominable del que uno pueda haber sido testigo. Esa descripción se refiere a algo que es. Pero al mismo tiempo nos produce una fuerte inclinación a condenar el hecho, gracias a nuestras convicciones morales, como algo que no debe ser.

Los relatos de lo que uno ha vivido, los testimonios judiciales, las enseñanzas de la ciencia, las noticias de los periódicos, describen lo que es; podemos decir de ellos que son verdaderos o que son falsos. Los relatos de una novela corresponden también a lo que es, aunque el ser aquí sea solamente literario; por ejemplo, es verdad que don Quijote arremetió contra molinos de viento creyendo que eran gigantes, dentro del mundo ficticio de la novela de Cervantes.

Pero por otra parte, yo puedo tomar posición con respecto a los hechos –reales o imaginados–, y decir que tienen un valor moral positivo, negativo o neutro; puedo pronunciarme en favor o en contra de ellos, y esto incluso con independencia de que los hechos sean verdaderos o falsos. Podemos, por ejemplo, decirle a alguien: "No sé si don Quijote alguna vez estafó a Sancho, pero si lo hubiera hecho, habría sido un acto abominable, dada la fidelidad del famoso escudero". Es decir, podemos pronunciarnos sobre el deber ser sin pronunciarnos sobre el ser, ya que se trata de dos cosas separadas y distintas. También podemos hacer lo contrario, a saber, pronunciarnos sobre el "ser" sin tomar posición sobre el "deber ser", como en el caso de una comisión investigadora que solo busque establecer los hechos, no juzgarlos.

Tomemos otra ilustración de la diferencia entre "ser" y "deber ser". Un célebre filósofo escribió lo siguiente:


El hombre nació libre, pero en todas partes lo veo encadenado.
Esto, que se expresa como una comprobación de lo que "es", puede como tal ser calificado de verdadero o falso. Pero no tiene directamente un contenido moral; a menos que se interprete como una manera poética de abogar por el respeto a la libertad humana.

El filósofo inglés Karl Popper se ha referido a esa cita como una manera de ilustrar una verdad filosófica importante, a saber, que del "ser" no se puede pasar al "deber ser", que el orden de los valores es independiente –tiene un origen y una justificación diferentes– del orden de la realidad. Del hecho de que el hombre haya nacido libre y en todas partes lo veamos encadenado no se sigue que debamos tratar de romper esas cadenas. Un visitante extraterrestre podría tal vez considerar moralmente obligatorio ponerle cadenas a todo ser humano que no las tuviera, para evitar que continuáramos dañando la ecología del planeta.

El deber ser de la libertad tiene que basarse en algo distinto, no en un hecho como los detalles del nacimiento del hombre. Tiene que tener un origen y una justificación independiente del ser. No puede desprenderse lógicamente en forma directa de cómo sean las cosas. Ese origen y esa justificación debemos buscarlos en otra parte; por ejemplo, en la fuerte inclinación a respetar a las otras personas que los seres humanos llevamos inscrita en lo más hondo de nuestra constitución biológica. Cómo y por qué tenemos ese respeto grabado en el fondo de nuestra conciencia, pueda que sea el problema filosófico más importante relacionado con la ética.

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